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martes, 15 de marzo de 2011

Nuria

Hoy más que nunca no tengo ninguna gana de escribir, menos mal que mi amigo Joaquín sigue mandando escritos y yo sigo cortapegando, hoy un relato con nombre de mujer, triste como todos los que hablan de amor.

Se conocieron en el patio de la guardería, disfrutando del eterno presente, su momento en el tiempo no iba más allá del juego siguiente, instantes en los que el cansancio con ojos abiertos no hacia mella, pero llegada la noche se adormecían como lirones, rememorando bellos recuerdos, para levantarse al día siguiente envueltos de entusiasmo, júbilo, y sorpresa por descubrir nuevas emociones. ¡¡Si!!... se conocieron siendo muy niños. 
Los juegos de infancia quedaron ocultos, tras la niebla que desciende ante el paso de los años, sus horizontes menguados, a hurtadillas en reducido espacio, se miraban, se daban la mano, se abrazaban con nerviosismo, y a cada nuevo beso renacido entusiasmo. 
Con quince años recién cumplidos, pudieron sin temor gritarle al mundo que se querían, que eran novios. 
El amor que nace en la infancia, es difícil que sostenga caretas para ser aprobado, a sus veinte años se conocían el uno al otro mejor que a si mismos. 

Sus nombres; Nuria y Pedro son, y aquí… parte de su historia.

Juntos de la mano, entraron en la Sucursal Bancaria para pedir un préstamo, querían comprarse un acogedor piso, en el mismo barrio que les vio nacer y crecer, por raro que suene no les pusieron resistencia alguna, ambos trabajaban. 
Nuria era dependienta de una tienda de ropa de mucho renombre, y Pedro que había cursado estudios de Automoción, en Formación Profesional no le faltaba nunca el trabajo. 
El gemido del alma, que surge de la unión de flujos y abrazos, trajo consigo la concepción de una nueva vida. 
Ya hacia dos años que vivían juntos, cuando un niño menudo, de tez sonrojada y negros cabellos, llamo a su puerta diciendo que se llamaba Arturo. 
La llegada de un hijo suele ser heraldo de alegría, pero en este caso las cosas serían distintas. Pedro a sus veintidós años seguía siendo muy inmaduro, y el nacimiento de su hijo le vino demasiado grande, no es que no lo quisiese, que si que lo quería, pero no se veía siendo tan joven formando una familia. 
La distancia entre la pareja se acrecentó de sobremanera, al descubrir una nueva Nuria más asentada emocionalmente, y más familiar como el momento exigía, y un Pedro más alocado e inseguro, al que el techo de la casa se le caía enzima. 
Los problemas pronto comenzaron, debido a que Pedro tan apegado a sus amigos, como temeroso de sus nuevas responsabilidades, llegaba siempre tarde a casa. 
Las discusiones eran el plato de cada día, por lo que tuvieron que tomar una decisión drástica… separarse. 
Nuria se quedo con el niño y los pagos del piso, mientras Pedro abandono la vivienda de “rositas”. Después de la separación, Pedro se desentendió tanto de Nuria y de su hijo, que pasaron a formar parte de su olvido. 
Nuria, sin apenas permitirse lloros y lamentos, miro al frente y tomo la determinación de salir sola adelante. 
Los años trascurrieron veloces y Arturo comenzaba con sus estudios de Primaria. 
Para Nuria fueron años duros, en los que tuvo que trabajar fuera y dentro de casa, pero esto no le importaba, la sonrisa de su hijo, era una “varita mágica” que ahuyentaba recuerdos y fortalecía cansancios. 
Cuando a Arturo le preguntaban por su padre, el lejos de sentirse desdichado, lleno de gozo decía; no tengo padre, pero si la mejor madre del mundo. 
Nuria por su parte se embullo tanto en darle amor a su hijo, que se olvido de si misma, pero esto nunca le importo, era lo que libremente había elegido, sintiéndose colmada de felicidad y orgullo. 
Arturo tenía dieciocho años, feliz de estudiar la carrera de medicina se encontraba, cuando le llego la peor de las noticias. 
El cáncer suele ser un visitante sigiloso, y cuando este descortésmente se presenta, tal vez ya sea demasiado tarde. 
Nuria tuvo que coger la baja, para llevar el tratamiento medico de quimioterapia. 
Arturo recorrió junto a su madre el tortuoso camino hacia la curación, casi siempre con final incierto, tan incierto, que pasados dos años, Arturo apretaba con fuerza y amor la mano de su madre, mientras esta se despedía con una sonrisa dibujada en los labios, tan solo dos lagrimas recorrieron sus mejillas, no pudo evitarlas, al escuchar el estremecedor llanto de su amado hijo. 
Pasado el entierro, Arturo se centro en sus estudios de medicina, aunque nunca pudo olvidar a su madre, su constante recuerdo era el que le impulsaba a seguir adelante, sintiendo que ella no podría sentirse feliz y orgullosa de otra manera. 
Acabo sus estudios de Medicina General, y decido ser Traumatólogo. Sus notas eran tan altas, que a un año de salir de la Universidad, ya le ofrecían trabajo en los Hospitales. 
Empezó trabajando en un Clínica Privada, aseguradora de empresas y especializada en accidentes laborales. 
El trabajaba en la recuperación de los accidentados, cuando un día le asignaron un señor que le doblaba la edad, hacía cuatro meses que había sufrido un accidente de tráfico, que le dejo sentado en una silla de ruedas, y con una difícil recuperación por delante. 
Arturo pasaba todos los días a visitarlo, siguiendo con gran atención sus dificultades y adelantos, después de hablar con el, explicaba a los fisioterapeutas lo que debían de hacer, para continuar con su recuperación, los fisioterapeutas se extrañaron desde un principio, que Arturo le diera un trato un tanto especial a este nuevo paciente. 
Poco a poco, y debido a que se veían todos los días, fue naciendo entre ellos una bonita amistad, sobre todo era el paciente el que más le hablaba de su vida, Arturo siempre le escuchaba atentamente, de aquí que había en ciertas ocasiones, que observaba miradas fugaces que delataban arrepentimiento. 
La recuperación del paciente fue larga, estuvo un año hasta que consiguió caminar sin dificultad, el último día que acudía a la Clínica para ser dado de alta, no se quiso despedir con un simple apretón de manos de Arturo, por lo que le invito a tomar un café. Arturo le dijo; te encuentro un poco cabizbajo, deberías de estar contento de estar completamente recuperado. Lo estoy mucho más de lo que te puedas imaginar, pero tengo que contarte algo que me atenaza por dentro, no se si podrás comprenderme, tampoco pido tu perdón, simplemente quiero que sepas algo… aún se mantenían suspendidas sus palabras en el aire, cuando Arturo le dijo; te escucho padre. 
Pedro quedo perplejo al escuchar a su hijo, y entre ahogados balbuceos consiguió decir; ¿lo sabes, cuanto hace que lo sabes? 
Pues desde un principio, al ver tú ficha y atando unos pocos cabos, no era difícil llegar a deducirlo. 
Pedro le pidió perdón entre sollozos y amargo llanto, lo siento, lo siento mucho, tuve miedo de no ser capaz de hacer frente, a lo que significaba formar una familia, por eso me fui de casa y me desentendí por completo de vosotros, solo pasado mucho tiempo me di cuenta de mi cobardía, y de cuanto os quería a tu madre y a ti, no volví por vergüenza y por temor a ser rechazado, el día del entierro de Nuria estuve alejado de tod@s, para que nadie me viera y pudiera reconocerme, allí fue donde te vi por primera vez después de tantos años, lo demás ya lo sabes, te lo he contado mientras me ayudabas a recuperarme, entenderé que no quieras seguir viéndome, me hago cargo del mal que os hice, simplemente quería que lo supieses. Arturo que en silencio le había escuchado, le miro con ojos vidriosos, diciéndole; no tengo nada que perdonarte, mama nunca me hablo mal de ti, ella fue una gran mujer que se dedico única, y exclusivamente a hacerme feliz, gracias a ella soy lo que soy, creo que ella nunca te guardo rencor, al contrario siempre intuí que ella te seguía amando, por eso comprendió tu inmadurez y tus carencias, ambos os perdisteis mucho el uno del otro, no es necesario alimentar más dolor, en este tiempo hemos hecho una buena amistad, y ya que no podemos recobrar el tiempo perdido, me gustaría seguir manteniéndola de aquí en adelante. 
Arturo se levanto y se abrazo efusivamente con su padre, al separarse percibieron un embriagador aroma, que lejos de ser olvidado, siempre estaba presente en ambos. El aroma del amor, de la mujer que amaron y seguirían amando… ¡¡Nuria!!




FIN


2 comentarios:

  1. hola hola amigo, entiendo que te parezca triste, pero desde mi punto de vista no lo es, ya que lo que prevalece al final del relato es el AMOR, le puse nuria por una chica que me gustaba cuando tenia 12 años, je je je. 1 abrazo, chao, chao.

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  2. En lugar de contestarte te invito a leer el escrito sobre el amor que tienes justo encima de el tuyo de Nuria.
    Un saludo

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liztormail@gmail.com