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Capítulo 7
Mila, despertó con fuerte dolor de cabeza, abrió los ojos, pero ahí seguían esas pareces blancas inmaculadas y esa luz cegadora en el techo.
Por unos instantes creyó que había oído golpes al otro lado de la pared, pero de nuevo el silencio invadió la estancia.
Clhoe al otro lado de la pared, golpeaba con fuerza en cada uno de los lados de su cubo, intentando buscar una salida, golpeaba con brazos y piernas, gritaba, lloraba, hasta que extenuada cayó rendida y agotada, sollozando sobre el blanco colchón que había en una esquina de su cárcel blanca.
El silencio se volvió a apoderar de su cubo.
Habían pasado ya 3 días desde que a ambas las habían secuestrado, 3 días que para ellas podrían ser 3 meses, porque sin ventanas a la calle, y que estaban dormidas la mayor parte del tiempo, no sabían el tiempo transcurrido.
Ambas dormían, cuando despertaban se encontraban un poco de comida en un plato blanco, justo al lado del colchón, junto a un vaso blanco con agua.
Los primeros días, ambas hacían lo mismo, dejaban parte de la comida, el estar encerradas les había quitado el hambre, bebían el agua con mucho cuidado, pensando en que en ese agua estaba el somnífero que les hacía dormir.. Y empezaban a dar vueltas por el blanco cubo, como un zorro enjaulado...
Pronto empezaban a notar el sueño, el aire se volvía denso, muy denso, sentían que las fuerzas les iban faltando y poco a poco se iban sumiendo en un poderoso sueño.
Cuando despertaban, de nuevo tenían el plato y el vaso esperando en el rincón y ese fuerte dolor de cabeza perpetuo, que tenían desde la primera vez que despertaron en el maldito cubo blanco.
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