sɐsoɔ әnb әs әɯ uɐʌ opuәᴉɹɹnɔo , lɐʇ zәʌ ou uɐƃuәʇ ᴉu sәᴉd ᴉu ɐzәqɐɔ , oɹәd ᴉsɐ ʎos oʎ , ɐ sәɔәʌ oɔol , ɐ sәɔәʌ un oɔod ···

domingo, 26 de abril de 2020

COSAS QUE CONOCEMOS, PALABRAS QUE NO SABEMOS

Hay veces que las palabras quedan en desuso, aunque todos
conocemos que es a lo que se refieren con ellas, no sabemos
relacionarlas.
Si nos dicen que mi padre cuando toma una cerveza y le gusta
con mucha giste, nada nos viene a la cabeza, y la hemos visto
tantas veces que podríamos nombrarla con un lemniscata.
En las casas, es raro que no se hayan perdido más de un
plastinudo, aunque no sepamos lo que es.
Y de pequeños aprendimos a meter el herrete por el agujero, para
no tropezar.
En cientos de películas, hemos visto pasar los estepicursores
mientras el malo se escondía tras la piedra.
Y nos quedan tres palabras de cosas que tenemos todos.
Justo, entre una sonrisa y un llanto, y sin ser la nariz, todos
tenemos el filtrum, no hace falta frotarse los ojos, y que veamos
los fosfenos.
Y aunque no nos guste, a veces hay que ir al médico, aguantar la respiración y sentir ese pinchazo en la sangradura.
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Aquí están los significados de las palabras subrayadas 


Giste :

A todos nos gusta tomarnos una caña con el giste en su medida exacta. Esta palabra se refiere a la espuma que queda cuando servimos una cerveza.

Lemniscata :
Por muchos conocida como “ el ocho tumbado ”. Se refiere al símbolo que
representa algo infinito, un camino sin fin que tanto usamos en las matemáticas.


Plastinudos :
No son los nuevos superhéroes de Marvel, ni un grupo indie. Seguro que en
algún cajón de tu cocina tienes más de un plastinudo, ese alambre cubierto
de plástico que sirvió para atar la bolsa del pan de molde y que ahora
descansa esperando otro uso.

Herrete :
¡Qué injusta es la vida! Uno de los mejores inventos de la historia tiene un
nombre olvidado. ¿Qué sería de los cordones de nuestros zapatos si en sus
extremos no llevaran herretes de aluminio o de plástico?

Fosfenos :
Cuando te frotas los ojos después de una larga jornada delante del ordenador y
los vuelves a abrir, pequeños destellos aparecen durante un breve instante,
desapareciendo en pocos segundos. Fosfeno no es ningún elemento químico,
es el nombre de cada una de esas estrellas fugaces.

Estepicursor :
En todas las películas del oeste en algún momento aparece una pequeña bola
de heno que, como por arte de magia, se desplaza a pequeños saltos. Como
toda esa frase era demasiado larga, se le puso el nombre de estepicursor. La
próxima vez que veas a John Wayne o Clint Eastwood, sabrás el nombre del
actor secundario más famoso del Espagueti Western.

Filtrum :
Menospreciado durante años, es uno de los grandes desconocidos de

nuestra cara. El filtrum es el pequeño surco que tenemos entre la nariz y el
labio superior . Siempre en un segundo plano durante los 70, pues estaba
siempre oculto entre los bigotes tan de moda en aquel entonces

Sangradura :
Muchos tenemos miedo a las agujas, y cuando nos toca hacernos un análisis y
extendemos el brazo, el tacto del algodón con alcohol sobre esa zona donde
nos pinchan opuesta al codo hace que temblemos de pánico. ¡Exacto! La
zona destinada a extracciones de sangre es la sangradura.

lunes, 13 de abril de 2020

Cuento infantil. La historía de Ávalon.


Esta es la historia de un dragón llamado Ávalon, sí un dragón, de esos que tiran fuego por la boca, grandes verdes…. Lo que pasa que este dragón, ni tiraba fuego, ni era grande, ni siquiera era verde.
El dragón se llamaba Ávalon, así le pusieron sus padres de pequeño, no sabe el motivo, pero le gusta.
Ávalon era un pequeño dragón, pequeño en el mundo de los dragones, de un metro y medio de altura aproximadamente. Era de un precioso azul turquesa, con lunares rosas. Ávalon estaba muy orgulloso de sus lunares. Los contaba cada día, por si se le había perdido alguno.
Y, al contrario de los dragones de los cuentos, lo que salía por su boca no era fuego, eran pompas, sí, pompas de jabón de todos los tamaños.

Ávalon vivía en un bosque, le encantaba perseguir a las mariposas, corretear, hacer pompas…

Un día, vio una preciosa mariposa multicolor, empezó a perseguirla, ella volaba y se paraba, cuando Ávalon la alcanzaba, vuelta a volar y así, sin darse cuenta salió del bosque y llegó a un camino.
De repente Ávalon se encontraba, solo,  en medio de la nada, miró al camino, y vio como dos pequeños bultos corrían hacia él.
Ávalon no sabía que era una persona, jamás había visto una, y se asustó.
Eran Juan y Ana, que venían del colegio.
Como eran de un pueblo pequeño, donde ellos eran los únicos niños, tenían que ir al de al lado, y para eso iban por un camino, día tras día. Pero jamás habían visto algo tan extraño y a la vez tan bonito como Ávalon.
Juan y Ana, llegaron a donde estaba Ávalon… se le quedaron mirando a un paso de él…
Ávalon se tapaba la cara, temblaba asustado.
Juan dijo:
- Hola, ¿Quién eres?
Ávalon levantó despacio la cabeza, le miró fijamente y al abrir la boca, cientos de pompas salieron de ella.
Ana empezó a reír, lo que hizo que Ávalon se asustase, y volviera a sacar cientos de pompas, ahora también por la nariz.
Juan y Ana reían sin parar, explotando pompas, y Ávalon seguía abriendo la boca y sacando pompas y pompas.
De repente, Ávalon se encontraba bien con los niños, se dio cuenta que había encontrado a dos amigos.
Perseguir mariposas era divertido, pero ver a Ana y a Juan reír persiguiendo y explotando pompas, era mucho mejor.

Todos los días Ávalon salía al camino a esperar a los niños, a la salida del colegio y jugaba con ellos. Ávalon sacaba pompas y ellos las explotaban.
Jugaban a pillar, al escondite, le contaban que habían aprendido en el cole, y Ávalon les miraba con los ojos muy abiertos sin enterarse mucho de lo que le estaban contando, pero feliz de verlos sonreír.

Casi sin darse cuenta, fueron pasando los años, todos se iban haciendo más y más grandes.
Ana y Juan dejaron de ir al cole, pero todas las tardes iban al camino a ver al dragón. Era su secreto.

Pero un día el pastor del pueblo los vio. Nunca había visto un dragón y pensó que los niños, ya mayores,  corrían peligro.
Empezó a perseguirlo, amenazándole con su bastón, a la vez que soltaba gritos y alaridos.
Ávalon corría, volaba, pero sin querer alejarse de Juan y Ana.
Ellos gritaban y gritaban, intentando explicarle a Ataúlfo, que así se llamaba el pastor, que Ávalon era amigo suyo…
De repente, Ávalon se paró, abrió su gran boca y soltó cientos de pompas multicolores.
Ataúlfo se detuvo y mirando a los dos amigos comenzó a reír a carcajadas.
Ana y Juan también rieron, hasta Ávalon, que no entendía que estaba pasando, también reía.

Después de aquella tarde, los habitantes del pueblo iban todas las tardes a jugar con Ávalon, el dragón de las pompas.
Él era feliz, rodeado de todos, le traían comida, pasteles enormes, fruta fresca y todos los días merendaban juntos.

Ávalon fue uno más para siempre, a pesar de ser totalmente diferente de ellos, a pesar de ser pequeño, azul turquesa y con unos preciosos lunares rosas.
A pesar de soltar pompas por la boca y no saber hablar su idioma.
Todos lo querían, por ser como es, aunque no se pareciese en nada a ellos.




Cuento infantil . Potocó y Patoribio.


Habíase que se era, un pequeño potrillo llamado Potocó. 

El motivo de ese sonoro nombre es el ruido que hacía con sus pequeños cascos cuando andaba por la cuadra, potocó, potocó, potocó.
Potocó vivía en una pequeña granja de patos, rodeada de monte.
Todos los patos iban a su aire y apenas le hacían caso a nuestro protagonista, que había llegado hacía unos días a la granja, cuando su dueño lo había comprado en la feria del pueblo.
Solo un pato, llamado Patoribio se acercaba a saludarle todas las mañanas.
Poco a poco, Potocó empezó a hablar con Patoribio, le preguntaba cosas de la granja y el pato, que le encantaba contar historias, la mayoría inventadas, le alegraba las mañanas , mientras Potocó comía hierba bajo un árbol.
Patoribio , además de contar historias le gustaba escaparse del corral, dando un salto pasaba por encima de la valla y su diversión favorita era ir a la ventana a escuchar la radio , una radio que estaba todo el día encendida, porque el granjero, que vivía solo le gustaba escuchar voces al llegar a casa.
Un día empezaron a hablar de una carrera que se celebraba en el pueblo, una auténtica carrera de caballos, iban a ir los mejores caballos de la comarca.
Un día empezaron a hablar de una carrera que se celebraba en el pueblo, una auténtica carrera de caballos, iban a ir los mejores caballos de la comarca, enseguida se lo fue a contar a Potocó.
Potocó esa noche no pudo dormir, él quería ir a esa carrera, quería ver a más caballos.

Por la mañana empezó a entrenar, era muy curioso ver a Potocó y a Patoribio montado sobre su lomo, como el mejor jinete, dándole ánimos a Potocó:
Corre, potocó, corre , le gritaba.
El caballito ponía todas sus ganas, corría y corría dando vueltas por el cercado, con su amigo Patoribio sobre su lomo.
El granjero los miraba entre extrañado y divertido.

Los días pasaban y Potocó cada vez lo hacía mejor y más deprisa.
Sabían que el granjero iría a la carrera, porque se lo había comentado a su vecino, y Patoribio, que además de hablar mucho le gustaba escuchar todo lo que pasaba en la granja, se lo había escuchado .

El resto de los patos no entendían la amistad del caballo y de Patoribio, porque Potocó no era un pato, pero a los dos amigos no les importaba que les mirasen raro , ellos eran felices con sus carreras,  Potocó se lo tomaba muy en serio los entrenamientos y cada día lo hacía mejor.

El granjero cada vez estaba más impresionado , cada vez que los miraba, Potocó y Patoribio corrían con más ganas.

Llegó el día de la carrera, y Potocó estaba muy nervioso.
Se levantó temprano y salió al cercado corriendo, cuando de repente vió alejarse a la furgoneta del granjero.
Empezó a relinchar con fuerza y a golpear con los cascos el suelo, potocó, potocó, potocó, intentando llamar la atención del granjero.
Pero solo consiguió que salieran todos los patos, con Patoribio delante de todos , que no entendían el por qué de tanto ruido.
Potocó comenzó a llorar desconsolado, el granjero no le había llevado a la carrera...
Pero Patoribio no era un pato que se rindiese fácilmente, de un salto se subió al lomo del caballito y empezó a gritar:
Arre, arre Potocó, vamos a correr la carrera.
Potocó dejó de llorar y sin pensárselo corrió alejándose de la valla, , una vez se había alejado lo suficiente, empezó a correr hacia la valla, corriendo , corriendo, corriendo, y de un impresionante salto, pasó por encima de la valla.
Todos los patos quedaron "picoabiertos" , menos Patoribio que reía a carcajadas encima de Potocó.
Potocó y Patoribio llegaron al pueblo cuando la carrera estaba a punto de empezar.
Disimuladamente se colaron entre medio del resto de caballos, que los miraban con extrañeza.
Poco a poco fueron llegando los jinetes , cada uno se llevaba a su caballo para ponerles la silla.
Los jinetes no hacían caso al pequeño Potocó, que estaba en un rincón, medio escondido , con su amigo Patoribio.
El establo se quedó abierto y los dos amigos salieron , vieron que el resto de caballos correteaban por un pequeño prado, calentando los músculos para la carrera, sin mirarse unos a otros.
De repente sonó una sirena y todos los caballos fueron hacia la salida.
Potocó y Patoribio les siguieron hasta la salida, mezclados entre todos.
Un cohete marcaba la salida, todos los caballos salieron al galope y pronto Potocó quedó atrás.
El corría con todas sus fuerzas, Patoribio le animaba , pero veían como los caballos, enormes caballos de carreras, se alejaban de ellos.
Pero a pesar de todo, Potocó no se rendía, corría, corría, corría...
Los caballos empezaron a cansarse y Potocó empezó a alcanzar a algunos, poco a poco se puso en el grupo de cabeza.
El granjero se dió cuenta que eran sus animales y no podía creérselo.
Potocó ya solo tenía a 4 caballos por delante.
De repente , una bandada de patos apareció volando por encima de los caballos , y dando fuertes aletazos y con sus graznidos asustaron a los caballos, que se quedaron frenados en seco.
Potocó y Patoribo siguieron adelante, y sus amigos los patos se fueron apartando para dejarles paso.
Potocó se puso primero y apretó los dientes , siguió corriendo hasta llegar a la meta.
Era el ganador.
El granjero corrió a la meta y se abrazó al caballo, no sabía como había pasado todo, pero estaba muy contento, Potocó era feliz y también lo era Patoribio.
En el pueblo la gente no entendía como un pequeño caballo, montado por un pato había logrado ganar la carrera a esos fuertes caballos de carreras, pero como era el único caballo del pueblo , lo celebraban como si fueran el propio granjero.

A partir de ese día Potocó y su amigo Patoribio eran famosos en el pueblo y todos al verlos pasar por los caminos les aplaudían y jaleaban sonrientes.
Ellos eran los protagonistas, pero ellos sabían que sin la ayuda del resto de patos , jamás la hubiesen ganado.