Hace ya casi dos años que dejé parado este blog.
Hoy he decidido retomarlo, y la verdad es que tampoco sé porqué.
Tampoco esperes una historia espectacular, de hecho, llevo 3 líneas y aún no he dicho nada.
Hoy he decidido retomarlo, y la verdad es que tampoco sé porqué.
Tampoco esperes una historia espectacular, de hecho, llevo 3 líneas y aún no he dicho nada.
Esta es la historia de un señor, así , en general, un señor de un sitio, que vivía en una casa, de una ciudad cualquiera.
Todas las mañana, a veces sí y otras tampoco, se levantaba , se duchaba, casi siempre, y salía a la calle, cuando quería.
Como trabajaba desde casa , salir era tener fiesta y quedarse en casa era todo lo contrario.
Cuando salía, le gustaba, aunque tampoco en demasía, ir a pasear al parque.
El parque era el típico parque, con sus árboles, sus caminitos, su césped, sus bancos y sus niños gritando y corriendo como posesos.
Pero los laborables , tenía lo mismo, a excepción de los niños y eso hacía que el parque fuese más bonito, sobre todo mucho más silencioso.
No es que a nuestro protagonista , al que aún no le hemos puesto nombre... llamémosle Remigio , no le gustaran los niños, de hecho, hace ya muchos años, hasta fue uno de ellos, pero una vez cambió de bando y pasó al de los adultos, casi prefería tenerlos lejos.
Estaba Remigio en un banco, a solas con sus pensamientos, cuando de repente, uno de esos niños vociferantes llegó junto a él. Se sentó en el banco y con una pelota cogida con sus pequeñas manos , le miró fijamente.
Remigio seguía a lo suyo, con los ojos cerrados, pensando y pensando, en nosequé y en nosecuantos, y notó los dos ojitos clavados en su cara, como dos pequeñas agujas.
Cuando abrió los ojos vio al niño, mirándole sonriente.
Remigio miró a su alrededor, buscando un adulto, pero no había nadie.
El niño no hablaba, no se movía, solo miraba y sonreía.
Volvió a cerrar los ojos, con la esperanza de que el niño se aburriera y se marchase... pasaron los minutos y seguía notando al niño a su lado.
Volvió a abrirlos y ahí seguía , mirando y sonriendo.
Remigio le dijo :
Niño, ¿que haces aquí solo? ,¿ no deberías estar en el colegio?
El niño , miraba y sonreía, solo eso, miraba y sonreía... bueno, y sujetaba la pelota con sus pequeños bracitos.
Remigio insistió:
¿Que quieres niño?
Pero el niño , ahí a lo suyo, sin parar de mirar, sin parar de sonreír.
Se levantó rápidamente y emprendió camino a su casa, el niño le siguió, mirando y sonriendo.
Aceleró el paso, el niño hizo lo mismo.
Pronto el paso era tan rápido, que el niño, con sus piernitas no podía seguirlo y se fue quedando atrás.
Llegó al portal, sacó las llaves, se dio la vuelta, y ahí estaba de nuevo el niño, mirando y sonriendo.
De repente, se oyó una voz de un señor muy muy mayor, diciendo:
Remigio, Remigio, ven aquí.
Y el niño , dio la vuelta y corrió hacia su abuelo.
Remigio no podía creerse que ese niño en realidad era él, y ese señor mayor era su abuelo.
Cerró los ojos, se los frotó con fuerza , el típico gesto de incredulidad , y cuando los volvió a abrir, estaba solo, en su sofá, se acababa de despertar de una bien ganada siesta.
Se levantó, se puso de nuevo sus gafas de ver de cerca y volvió a su ordenador, a hacer lo de siempre, nada en concreto.