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lunes, 13 de abril de 2020

Cuento infantil. La historía de Ávalon.


Esta es la historia de un dragón llamado Ávalon, sí un dragón, de esos que tiran fuego por la boca, grandes verdes…. Lo que pasa que este dragón, ni tiraba fuego, ni era grande, ni siquiera era verde.
El dragón se llamaba Ávalon, así le pusieron sus padres de pequeño, no sabe el motivo, pero le gusta.
Ávalon era un pequeño dragón, pequeño en el mundo de los dragones, de un metro y medio de altura aproximadamente. Era de un precioso azul turquesa, con lunares rosas. Ávalon estaba muy orgulloso de sus lunares. Los contaba cada día, por si se le había perdido alguno.
Y, al contrario de los dragones de los cuentos, lo que salía por su boca no era fuego, eran pompas, sí, pompas de jabón de todos los tamaños.

Ávalon vivía en un bosque, le encantaba perseguir a las mariposas, corretear, hacer pompas…

Un día, vio una preciosa mariposa multicolor, empezó a perseguirla, ella volaba y se paraba, cuando Ávalon la alcanzaba, vuelta a volar y así, sin darse cuenta salió del bosque y llegó a un camino.
De repente Ávalon se encontraba, solo,  en medio de la nada, miró al camino, y vio como dos pequeños bultos corrían hacia él.
Ávalon no sabía que era una persona, jamás había visto una, y se asustó.
Eran Juan y Ana, que venían del colegio.
Como eran de un pueblo pequeño, donde ellos eran los únicos niños, tenían que ir al de al lado, y para eso iban por un camino, día tras día. Pero jamás habían visto algo tan extraño y a la vez tan bonito como Ávalon.
Juan y Ana, llegaron a donde estaba Ávalon… se le quedaron mirando a un paso de él…
Ávalon se tapaba la cara, temblaba asustado.
Juan dijo:
- Hola, ¿Quién eres?
Ávalon levantó despacio la cabeza, le miró fijamente y al abrir la boca, cientos de pompas salieron de ella.
Ana empezó a reír, lo que hizo que Ávalon se asustase, y volviera a sacar cientos de pompas, ahora también por la nariz.
Juan y Ana reían sin parar, explotando pompas, y Ávalon seguía abriendo la boca y sacando pompas y pompas.
De repente, Ávalon se encontraba bien con los niños, se dio cuenta que había encontrado a dos amigos.
Perseguir mariposas era divertido, pero ver a Ana y a Juan reír persiguiendo y explotando pompas, era mucho mejor.

Todos los días Ávalon salía al camino a esperar a los niños, a la salida del colegio y jugaba con ellos. Ávalon sacaba pompas y ellos las explotaban.
Jugaban a pillar, al escondite, le contaban que habían aprendido en el cole, y Ávalon les miraba con los ojos muy abiertos sin enterarse mucho de lo que le estaban contando, pero feliz de verlos sonreír.

Casi sin darse cuenta, fueron pasando los años, todos se iban haciendo más y más grandes.
Ana y Juan dejaron de ir al cole, pero todas las tardes iban al camino a ver al dragón. Era su secreto.

Pero un día el pastor del pueblo los vio. Nunca había visto un dragón y pensó que los niños, ya mayores,  corrían peligro.
Empezó a perseguirlo, amenazándole con su bastón, a la vez que soltaba gritos y alaridos.
Ávalon corría, volaba, pero sin querer alejarse de Juan y Ana.
Ellos gritaban y gritaban, intentando explicarle a Ataúlfo, que así se llamaba el pastor, que Ávalon era amigo suyo…
De repente, Ávalon se paró, abrió su gran boca y soltó cientos de pompas multicolores.
Ataúlfo se detuvo y mirando a los dos amigos comenzó a reír a carcajadas.
Ana y Juan también rieron, hasta Ávalon, que no entendía que estaba pasando, también reía.

Después de aquella tarde, los habitantes del pueblo iban todas las tardes a jugar con Ávalon, el dragón de las pompas.
Él era feliz, rodeado de todos, le traían comida, pasteles enormes, fruta fresca y todos los días merendaban juntos.

Ávalon fue uno más para siempre, a pesar de ser totalmente diferente de ellos, a pesar de ser pequeño, azul turquesa y con unos preciosos lunares rosas.
A pesar de soltar pompas por la boca y no saber hablar su idioma.
Todos lo querían, por ser como es, aunque no se pareciese en nada a ellos.




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