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Capítulo 8
Eran las 17:30 h.
En el pasaje de la luna, en Jorgebro, una preciosa ciudad en el
norte de España, Estrella miraba una y otra vez el reloj.
Las 18 h horas era el momento que una voz desconocida le había
dicho que estuviera allí, a la espera de no sé sabe qué, pero que estaba segura
que tenía que ver con su hermana adoptiva Mila.
A pesar de la hora y de ser un lugar céntrico, apenas paseaba
gente por el lugar, apenas unos padres cargados con las mochilas de sus niños,
mientras estos, sin peso alguno en sus espaldas ni en sus conciencias, se
dedicaban a corretear, jugar y gritar, con sus vocecillas agudas en un parque
cercano.
Estrella miraba la hora de nuevo, había llegado pronto, y el
tiempo parecía haberse detenido.
Las 17:40 h, un par de personas paseando al perro pasan
dialogando por delante del banco en el que está la inquieta Estrella, que
disimula mirando el móvil.
Un barrendero pasa con su carro, dándole las buenas
tardes,
Estrella se pone en guardia, pero el trabajador recoge una lata
del suelo, la echa al carro y sigue su camino.
Miró de nuevo el reloj, ya eran las 6 menos 5 minutos, Estrella
está al borde de un ataque de nervios.
Estrella se levanta y empieza a pasear, sin dejar de mirar a un
lado y a otro, hasta que de pronto ve acercarse una furgoneta negra, sin más
distintivos que una pegatina de un cubo blanco.
La furgoneta se desplazaba despacio, por una zona peatonal,
prohibida para los vehículos.
Estrella se pone detrás del banco, intentando apartarse de la
trayectoria de la furgoneta, cuando en ese momento, se abre la puerta lateral y
sale de ella una caja, obviamente blanca, que cae al suelo.
En ese momento, la furgoneta sale derrapando, mientras se cierra
la puerta con estrépito.
La
chica corre a coger la caja, la pone en el banco y la abre.
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