Esta semana he comprobado que hay algo peor que los ultras de fútbol, aunque la mayoría de las veces son cosas que son inseparables.
Los ultras son los que se toman el fútbol como una guerra, los que solo ven sus colores.
Muchos de ellos en realidad si hubieran nacido en “la otra parte” serían igual de ultras, pero contra el bando que ahora defienden. Muchos de ellos solo tienen el fútbol como excusa, desde él pueden lanzar soflamas violentas, pueden atacar al “enemigo” pueden sentirse parte de un grupo, un rebaño , una manada, una jauría, un ejército, en el que hay escalafones, mandos, y ellos se sienten parte de algo. Pero aún peor que ellos son los ultrafóbicos.
Esos son los que no se conformas con que a ti te guste el mismo equipo que a ti, tienes que odiar lo mismo que él odia, tienes que ver a cada rival como un enemigo, un enemigo con el que es imposible el respeto y mucho menos la confraternización.
Por eso desde el momento que alguien, sea quien sea, está por normalizar una situación que solo genera violencia, pasa automáticamente a ser enemigo.
Algunos de los que son ultrafóbicos son ultras declarados, otros eran presidentes de plataformas, otros querían ser los presidentes de la federación de peñas, otros simplemente escriben en páginas webs… pero para todos ellos, todo el que defienda llevarse bien con su enemigo, en el que el único campo de “batalla” sea el césped durante un partido de fútbol es ser un traidor, es ser un enemigo disfrazado, solo con que des un paso en el que ellos, los ultrafóbicos , consideran equivocado dejas de ser tan zaragocista como ellos, para pasar a ser persona non grata.
Pero su rebaño, entre los que se cuentan los mencionados anteriormente les aplauden, les justifican y asienten mientras sonríen.
Ellos, que jamás tendrán que ver como su hijo viene llorando a casa porque le han insultado por llevar la camiseta del Real Zaragoza, en un pueblo de Navarra, ellos que jamás se tendrán que cruzar a solas por la calle con un grupo de otros ultras como ellos, pero de los que ellos llaman enemigos y no tendrán que soportar sus miradas inquisitorias solo porque lleva la camiseta del Real Zaragoza, ellos que no les vendrá nadie por detrás y les dirá que tenga cuidado porque ya saben dónde vive, ellos que lanzan su ira contra gente descerebrada que al no poder devolvérsela lo pagan con coches , autobuses, pudiendo provocar asesinatos.
Ellos no saben lo que es eso, desde el otro lado del teclado o dentro de su manada, cuando vienen por Pamplona rodeados de policía que los escolta, siguen lanzando ira, su propio odio para que seamos otros, especialmente los más débiles los que recibamos el impacto.
Pero a ellos, que también tienen niños, no les importa, porque no son los suyos, casi hasta les gustaría que pasase algo grave, es la excusa perfecta para seguir generando odio, porque el odio, la violencia solo engendran eso, más odio y más violencia.
Por eso cualquier acción que rompa eso será tomada como un agravio, como un ataque frontal a su forma de vida, basada en el odio, en las fobias, en la ira contra otro.
Necesitan odiar y sentirse odiados, y como son egoístas no les importa los daños colaterales, no les importa que otros salgan heridos, porque si alguien sale herido será automáticamente “idolizado” por ellos, porque los otros, siempre son los culpables.
Y por todo eso, algunos ven a la nueva federación de peñas del Real Zaragoza como el propio enemigo, porque ellos necesitan seguir odiando, necesitan seguir siendo insultados para tener una razón por la que cometer sus desmanes.
Y mientras esos ultrafóbicos disfrazados de personas normales, no cesen en su actitud, los partidos como los del sábado serán declarados de alto riesgo, poca gente de uno y otro equipo se desplazará al campo rival a ver el partido por miedo.
Mientras no cambien el “o conmigo o contra mi” por el respeto , jamás llegaremos a nada, por mucho que las federaciones de peñas se lo propongan.
Bueno, amigas teclas , otro día os cuento u os traigo más cosas.
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