Capítulo 24
Eran las 4 de la mañana, cuando llegaban a Beriniano,
con Trebor ahora al volante, las tres mujeres dormitaban en sus asientos.
El viaje había sido muy largo, habían hablado,
jugado en el móvil y hasta cantado, pero al final el sueño se había hecho presa
de ellas y habían acabado sucumbiendo.
Trebor había dormido los ratos que Emma conducía y
por eso era quien seguía despierto.
En Beriniano, y con ayuda del GPS llegaron a la
Avenida Jaime Santiago García, donde estaba la casa de la familia de Estrella, ahora
vacía.
Trebor aparcó cerca del portal, no había nadie en
la calle, y despertó a Emma, que se desperezó dando los buenos días, sin saber
exactamente qué hora era, ni donde estaban en realidad.
Las dos jóvenes, en sus asientos traseros
empezaron a despertarse, Estrella miró la calle, que le evocaba a su niñez,
mientras María miraba su móvil y escribía en él.
Salieron del coche y tras coger las maletas,
fueron hacia el portal.
Un hombre que paseaba el perro les observaba a lo
lejos.
El piso, un ático, de 6 habitaciones, 4 baños,
decorado con gusto pero sin opulencias, olía a cerrado y polvo.
Estrella no había estado hace mucho tiempo y se
notaba.
Se repartieron las habitaciones, les sobraban la
mitad.
Y agotados del viaje, todos se fueron a dormir.
A las 8 de la mañana, Trebor se levantó, y salió a
la terraza, unas preciosas vistas de la bahía de Beriniano se abrieron ante sus
ojos.
De repente se fijó en una chica que parecía había
salido del portal. Era María, que con su inseparable móvil caminaba alegremente
por la acera.
De frente un chico joven, que al juntarse entabló
conversación con ella.
María miro hacia atrás y hacia los lados varias veces y se
separaron.
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