Siempre dicen que nadie muere del
todo si permanece en los recuerdos de la gente.
Y
te puedo asegurar que si es por eso, sigues muy vivo, en muchas personas.
No
solo en tu mujer, con la que has estado 53 años de tu vida, de vuestra vida,
siempre juntos, hasta el punto, como tú decías a veces, de parecer siameses.
No solo yo, tu hijo, con el que
discutías, muchas veces por tonterías, precisamente por ser iguales… bueno, eso
dice la gente, yo no lo creo, ojala pudiese ser la mitad de buena persona de lo
que tu fuiste, ojala dejase la mitad de buenos recuerdos en la gente de los que
tu has dejado, ojala todos me recordaran con la mitad de cariño con la que me
han hablado de ti estos días.
En
tu nuera, en tus nietas, con las que has compartido cada actividad que has
podido, porque cuando Esther tocaba la trompeta, ahí estábamos todos, contigo a
la cabeza, cuando Myriam después comenzó a disputar partidos, y mientras el
maldito cáncer te dejaba, ahí estabas apoyando en cada partido.
No voy a seguir personalizando, porque siempre me dejaría a alguien.
Pero
los que lo habéis conocido sabéis como era, cada uno lo habréis sentido a
vuestra manera, cada uno tendréis esos recuerdos, unos recuerdos que lo hacer
seguir vivo, por qué esas vivencias compartidas siempre estarán ahí, y ese es
tu legado, el compartir, siempre compartiendo.
Como ejemplo, hace tan solo unos meses, en octubre del año pasado, aún tenías fuerzas, y fuimos a la Ulzama a por castañas.
Con
unas pocas te hubieran bastado para ti y mi madre, pero no, ahí estabas con tu
cubo, te cansabas y las piernas ya no eran las de antes, por eso te sentabas en
la vera del camino, bajo el castaño e ibas mirando desde ahí entre las hojas,
separando las más grandes, para ir poco a poco llenando el cubo, ahí, justo
antes de meterlas todas juntas, en tu cabeza ya estabas separándolas en
paquetes para repartirlas… estas para mí , estas para darle a fulanito, estas
para menganito, que le gustan mucho…
Así
siempre, repartiendo, antes de tenerlas ya estabas pensando a quien dárselas,
daba lo mismo lo que fuese, castañas, caracoles, setas… porque todo lo que
fuese estar en el monte te gustaba.
Entre Pamplona , que como siempre te gustaba decir, te vio nacer en la misma plaza del ayuntamiento, y Barbastro, un pueblo al que el azar te llevó en el año 1964, un día 4 de septiembre, comienzo de fiestas y con riada, pasaste tu vida.
De
tus años de niñez y juventud sé lo que me contabas, de tus veranos en Mélida,
con tu abuela Catalina, de tus vivencias en la Ciudadela, de tus padres, mis
abuelos, con los que compartiste muchísimas cosas.
De
tus años de sargento, ya en Barbastro, de cómo conociste a Carmen, tu otra
mitad, vuestro viaje de novios a Pamplona en un Lambreta, de cómo llegué yo, de
nuestros partidos en el pasillo de los Arcos, o en la playa de Oricáin, o
cuando traías al Chispi, el perro del garaje, y disfrutabas viendo como jugaba
conmigo, conmigo y con medio barrio, porque muchos me recuerdan los “encierros”
en el barrio, toda la chavalería corriendo mientras tu sujetabas al perrico,
que deseando correr con nosotros movía la cola inquieto y alegre, hasta que tu
lo soltabas, el perro corría, nosotros los niños corríamos y tu sonreías viendo
nuestra diversión, compartiendo , una vez más compartiendo, esos momentos que
aunque en ese momento no lo sabíamos, eran momentos que se nos quedaban
grabados en la memoria, en el corazón, como esos momentos felices que forman
nuestra vida.
Luego
de nuevo cambio de destino, de nuevo a Barbastro, con mi abuela, que te quería
como lo que eras, un hijo, a la que tratabas de usted, pero con el cariño que
solo se le tiene a una madre.
Bajabas
al cuartel con tu vespa, sin casco, nadie lo llevaba, no era obligatorio, allí
también dejaste amigos, compartiendo vivencias, en el día a día, en las
guardias, en las maniobras…
En
Barbastro, en el pueblo, donde si encontrabas a alguien que te siguiese, ahí
estabas con tu guitarra, esa que tocabas sin saber las notas, de oído, pero que
no hacía falta que supieses, porque en cuanto la tocabas, compartías alegría, y
contagiabas al resto, con esa voz fuerte , que transformabas en melodía.
Vuelta
a Pamplona, de nuevo “en casa” , unos años en Aizoain, después a CEFIN,
números, más números, hasta que llegó la transitoria.
Una
“prejubilación” jubilosa, en la que te volcaste en vivir, en ir de vacaciones
con mamá, en visitar a tus padres.
Me
casé y llegó Esther, tu te veías muy joven para ser abuelo, y casi te sentó
hasta mal.. pero duró poco, justo hasta que Esther dejó de ser bebé, cuando ya
podías jugar con ella , era tu ojito derecho, disfrutabas con ella , una niña
rubita de rizos que te cautivó enseguida.
Falleció la abuela Vicenta, una suegra con poco de suegra, una mujer entrañable , con la que compartiste mucho en tu vida, ya que viviste en su casa y luego ella en la tuya durante años, una persona con tanto amor por Barbastro como tu.
Todos los domingos te veías con el abuelo 3 partidos, chiquiteando por Rinaldi con él.
Siempre
que podías, allá estabas, con tu padre, acompañándole.
El tiempo pasó y un mal día el
abuelo Bene se marchó, pero quedaba la abuela, a la que visitabas con mamá
todas las tardes al acabar la zona azul, le llevabas dvds subtitulados, que
comprabas o intercambiabas en Tocateja, o en la biblioteca, día tras día allí
estabas , dándole compañía.
Mientras había llegado Myriam, a la que junto a su hermana ibais a buscar al cole, como antes a la guardería, jugando con ellas en todo momento, siempre con una sonrisa.
Esther creció, y no te perdías uno solo de sus conciertos.
Entre medio viajes a Barbastro, a Benidorm , siempre con mamá .
Pero
hace 7 años, empezaron a dolerte las piernas, a pesar de ello fuiste a Cadiz
con mamá, y a partir de ahí la maldita enfermedad, el maldito cáncer…
En
agosto ingresabas, y tras varias pruebas te lo descubrían.
Un
cáncer te apretaba la columna, pegado a tu pulmón derecho.
Y
ya nada fue lo mismo.
Mamá
se convirtió en tu enfermera, en tu secretaria, en tu asistente, en tu
compañera…
Salías
de la clínica en silla de ruedas , como tu decías, como un inválido.
La
abuela Ángeles, era ingresada y acababa dejándonos.
Tu
seguías en la silla de ruedas
Pero
tu fuerza de voluntad era más fuerte que el maldito cáncer y poco a poco fuiste
levantándote.
Pasaste
al andador, primero despacio, cada vez más deprisa, y poco a poco lo ibas
dejando.
Y
se quedó olvidado en el maletero durante meses…
Pero
el maldito cáncer seguía avanzando, poco a poco iba comiéndote por dentro, mamá
te seguía llevando la agenda de todas las visitas médicas, los tíos José Luis y
Roberto iban por las mañanas a hablar contigo, a ver la tele, a hacer
pasatiempos o simplemente a acompañarte.
Todos los meses revisión, TACs , análisis , pruebas y más pruebas.. y tu aguantándolo todo, con mejor o peor humor, y con resignación.
De
nuevo el tacataca era parte de tu vida, pero no dejabas, siempre que la salud y
el tiempo te dejaba, de acudir a los partidos de tu nieta Myriam,
La operación para liberar las piernas y ahí empezó todo.
Un
mal día se abrió la herida, a urgencias y a ingresar, 24 días negros en los que
te cosieron, vieron que tenías neumonía, y lo peor, es que el maldito cáncer
había comenzado a crecer…
Poco
a poco se iba adueñando de tu pulmón, de tu estómago, el aire ya era casi
necesario en todo momento.
Pero
aún volviste a casa.
Aunque
ya estabas cansado de luchar, y el cuerpo no acompañaba, aún hiciste tus
últimos autodefinidos, viste los partidos…
Después de navidad , vuelta a ingresar, unos 4 días y de nuevo a casa.
Tu
fuerza de voluntad aún te impulsaba a seguir, una vuelta a la manzana de casa
te costó 20 min, 9 paradas para descansar, pero la hiciste.
Hasta que un día, 12 de febrero, dijiste basta, no podías ni cambiarte, ni andar, y te tuve que sacar de casa sentado en el andador.
A
urgencias, ingreso y pruebas, análisis, transfusiones… parecía que podías
volver a remontar, pero esta vez ya fue demasiado.
El
fin de semana fueron tus últimas horas.
De
comer tu solo, a tener que aguantarte el vaso para que con pajita tomases el
café. El sábado tuve que darte el puré a la boca y el domingo por la mañana ya
apenas abrías los ojos, cada cucharada con galleta café me costaba un lágrima,
verte así, me dolía, y en la noche del domingo ya estabas totalmente sedado,
esperando el momento.
Y llegó el lunes 19 , seguías sedado, ya no comias, solo por vena… a las 22 llegue a la clínica, ahí estaban Gemma, tu nuera y tu mujer, con la que has compartido más de 53 años de vida.
Nos quedamos solos, tu en tu cama, respirando fuerte, con mucho ruido… solo se te oía a ti.
Hasta
que a las 23:30 horas, te fuiste , se hizo el silencio, se acabó todo.
Tu
nos dejaste, pero como dice la frase, nadie muere si vive en los recuerdos de
la gente , y puedo asegurarte que si es así, vivirás en el corazón de todos los
que te hemos conocido.
No debemos llorar por que te hayas ido, debemos sonreír porque has estado aquí.
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10/03/18
En el funeral, por el entierro de las cenizas de mi padre en Barbastro, Gemma leyó estas letras, para agradecer a los que habían acudido
Hola, buenos días a todos, solo quisiera dar las gracias por venir a compartir con nosotros estos momentos.
Gracias a todos y cada uno de vosotros, los que conocisteis a Bene, como todos le llamabamos, e incluso los que no le conocisteis, gracias por venir.
Bene, estaría muy contento de veros a todos aquí en su despedida, antes de ir a su última morada en el pueblo que le adoptó desde el año 1964.
Bene no era de decir gracias, pero agradecía las cosas con hechos.
Siempre pensando en compartir, compartía su alegría, su amistad, sus canciones, sus historias....
Por eso, y termino ya.
Gracias por compartir estos momentos con nosotros, con él, gracias, de corazón.
No debemos llorar porque se haya ido, debemos sonreír por haber podido compartir parte de tu vida.
Hasta siempre Bene.
muy bonitas palabras, enternecedoras y que demuestran el profundo cariño que sentías por tu padre... tienes muy bonitos recuerdos de él y con él.. y eso hace que él jamás deje de estar vivo.. un fuerte abrazo y mucho ánimo en estos días tan duros...
ResponderEliminarMuchas gracias
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